Las Hurdes es una bellísima comarca, al norte de la provincia de Cáceres. A los pies de la Sierra de Gata y bañada por cinco ríos, dispone de una gran riqueza forestal y paisajística. Pero, sin embargo, ya históricamente ha sido una comarca aislada lo que ha dotado a los hurdanos de una personalidad y carácter propios y de un cierto “sociocentrismo”.
Las Hurdes ha cobrado fama en la historia, no por sus paisajes, sino por sus leyendas. Un caldo de misterios plagado de fenómenos inexplicables, apariciones espectrales, muertes en circunstancias extrañas, criaturas mitad hombre- mitad bestia plagan la mitología popular antigua y continúa hasta nuestros días con avistamientos de ovnis o luces inexplicables en los bosques.
Por ejemplo, una de las primeras referencias, del siglo XVII, del filósofo jesuita Juan Eusebio Nieremeberg decía textualmente en su obra “Curiosa Philosophiae”refiriéndose a Las Hurdes: “Existe en este reino un áspero valle infestado de demonios, un lugar que los pastores creen habitado por salvajes…”
En 1933 Buñuel presentó su documental “Las Hurdes, tierra sin pan”, censurado en España, polémico desde su primera exhibición. El director no sólo plasmaba la triste realidad de la comarca, sumida en la pobreza y cuyo aislamiento había provocado malformaciones congénitas, sino que se valió de “efectos especiales” moralmente cuestionables, para conseguir un mayor impacto visual: la famosa escena del burro despeñado por un escarpado precipicio fue un montaje, al burro le habían disparado al borde del acantilado.
Aún hoy, algunos tendréis en la memoria un programa de Cuarto Milenio dedicado a Las Hurdes, comarca sobre la que su director, el periodista Iker Jiménez ha publicado un libro llamado “El Paraíso Maldito” en el que recogía experiencias vividas en sus investigaciones por esta región.
Las Hurdes siente una fuerte y especial conexión con la naturaleza desde antiguo, lo que ha hecho que proliferaran personajes como zahories y curanderos, lo que puede hacer dado lugar a historias sobre brujería. Pero la verdad es que hay testimonios de todas las épocas que resultan, cuando menos, inquietantes.
Marga G.-Chas Ocaña